Aunque hayas leído Peter Pan muchas veces en tu infancia, nunca lo has leído si
no has abierto el libro original de
Barrie, en el que encontrarás gratas sorpresas. El libro original es
mágico, inteligente y fascinante. Describe, como no lo hace ningún otro, cómo se
siente y se piensa en ese periodo extraordinario que es la infancia. Se adentra
mucho en la maternidad, en lo que los niños sienten y en cómo la viven las
madres.
A veces resulta agridulce.
Algo que no es de extrañar recordando la infancia del autor:
James Matthew
Barrie nació en el seno de una adinerada familia británica victoriana. Cuando
tenía seis años, su hermano David, el favorito de su madre, murió y
ella nunca se recuperó de la pérdida, e ignoró a James. Su padre no
se relacionaba en absoluto con los niños. Como resultado de este extremo
abandono y del probable maltrato psicológico, James padeció enanismo
psicogénico: dejó de crecer y nunca desarrolló la pubertad. Alcanzó la edad
adulta sin haber crecido más de 1,47 m.
Barrie escribió un libro, a veces dulce y mágico; pero también cruel y triste. Muchos fragmentos son maravillosos y os lo recomiendo para este fin de semana. Os suguiero también que no os quedéis sólo con la de Peter Pan y Wendy, leed los relatos de Peter Pan en los jardines de Kensington. Estan en la biblioteca del colegio.
Aquí tenéis un fragmento:
Aquí tenéis un fragmento:
Puedo darte la
facultad de volar hasta tu casa -le dijo la reina-, pero no puedo abrirte la
puerta.
-Seguramente estará abierta la ventana por la que salí -replicó Peter con confianza-. Mamá siempre la tiene abierta de par en par con la esperanza de que un día volveré.
-¿Cómo lo sabes? -le preguntaron las hadas sorprendidas, aunque Peter no fue capaz de explicar cómo lo sabía.
-Lo sé -dijo sencillamente.
Y, como insistía en su deseo, tuvieron que ceder. Para darle la facultad de volar hicieron así: todas le frotaron los hombros e inmediatamente sintió en aquel punto un curioso hormigueo, y se fue elevando cada vez más hacia arriba, y salió volando de los Jardines por encima de los tejados de las casas.
El hecho era tan maravilloso, que, en lugar de volar en línea recta hacia su casa, fue planeando desde la catedral de San Pablo hasta el Crystal Palace y vuelta, luego a lo largo del río y por Regent’s Park, y, cuando llegó a la ventana de su madre, ya había decidido que su segundo deseo sería convertirse en pájaro.
La ventana estaba abierta de par en par, como él se la había imaginado, así tenía que ser, y entró volando y encontró a su madre durmiendo. Peter se posó suavemente en la barandilla de madera a los pies de la cama y se quedó mirándola durante un buen rato. Estaba echada con la cabeza apoyada en la mano, y el hueco del almohadón parecía un nido forrado con su cabello oscuro y rizado. Recordó, aunque lo había olvidado durante mucho tiempo, que su mamá por la noche soltaba los cabellos, les daba vacaciones. ¡Qué bien le sentaban los volantes del camisón! Se alegró mucho de tener una madre tan guapa. Pero parecía triste, y él sabía por qué estaba triste. Peter sabía que habría bastado decir: “¡Mamá!” muy bajito, para despertarla. Las madres se despiertan inmediatamente cuando las llamáis por su nombre. Entonces se le escaparía un grito de alegría y le abrazaría con todas sus fuerzas. Habría sido muy agradable para él, y, sobre todo, inmensamente hermoso para su mamá. Temo que Peter consideraba la cosa así. Al volver con su madre, no dudaba de que se tratara del mejor regalo que se puede hacer a una mujer. No hay nada más hermoso que tener un hijo nuestro. ¡Qué orgullosas están las madres con sus hijos! Y es sin duda justo y natural.
Pero ¿por qué se demoraba Peter a los pies de la cama? ¿Por qué no le decía a su madre que había vuelto?
Me sobrecoge la verdad, pues, mientras tanto se estaban enfrentando dos sentimientos. A veces miraba a su madre afligido, y a veces miraba afligido la ventana. En realidad, le sería agradable volver a ser su hijo, pero, por otra parte, ¡qué días más maravillosos había pasado en los Jardines!
-Seguramente estará abierta la ventana por la que salí -replicó Peter con confianza-. Mamá siempre la tiene abierta de par en par con la esperanza de que un día volveré.
-¿Cómo lo sabes? -le preguntaron las hadas sorprendidas, aunque Peter no fue capaz de explicar cómo lo sabía.
-Lo sé -dijo sencillamente.
Y, como insistía en su deseo, tuvieron que ceder. Para darle la facultad de volar hicieron así: todas le frotaron los hombros e inmediatamente sintió en aquel punto un curioso hormigueo, y se fue elevando cada vez más hacia arriba, y salió volando de los Jardines por encima de los tejados de las casas.
El hecho era tan maravilloso, que, en lugar de volar en línea recta hacia su casa, fue planeando desde la catedral de San Pablo hasta el Crystal Palace y vuelta, luego a lo largo del río y por Regent’s Park, y, cuando llegó a la ventana de su madre, ya había decidido que su segundo deseo sería convertirse en pájaro.
La ventana estaba abierta de par en par, como él se la había imaginado, así tenía que ser, y entró volando y encontró a su madre durmiendo. Peter se posó suavemente en la barandilla de madera a los pies de la cama y se quedó mirándola durante un buen rato. Estaba echada con la cabeza apoyada en la mano, y el hueco del almohadón parecía un nido forrado con su cabello oscuro y rizado. Recordó, aunque lo había olvidado durante mucho tiempo, que su mamá por la noche soltaba los cabellos, les daba vacaciones. ¡Qué bien le sentaban los volantes del camisón! Se alegró mucho de tener una madre tan guapa. Pero parecía triste, y él sabía por qué estaba triste. Peter sabía que habría bastado decir: “¡Mamá!” muy bajito, para despertarla. Las madres se despiertan inmediatamente cuando las llamáis por su nombre. Entonces se le escaparía un grito de alegría y le abrazaría con todas sus fuerzas. Habría sido muy agradable para él, y, sobre todo, inmensamente hermoso para su mamá. Temo que Peter consideraba la cosa así. Al volver con su madre, no dudaba de que se tratara del mejor regalo que se puede hacer a una mujer. No hay nada más hermoso que tener un hijo nuestro. ¡Qué orgullosas están las madres con sus hijos! Y es sin duda justo y natural.
Pero ¿por qué se demoraba Peter a los pies de la cama? ¿Por qué no le decía a su madre que había vuelto?
Me sobrecoge la verdad, pues, mientras tanto se estaban enfrentando dos sentimientos. A veces miraba a su madre afligido, y a veces miraba afligido la ventana. En realidad, le sería agradable volver a ser su hijo, pero, por otra parte, ¡qué días más maravillosos había pasado en los Jardines!
debe ser maravilloso poder volar...y perder el tiempo con las hadas ...
ResponderEliminar