“De los santos de
enero, San Sebastián el primero”
La historia de San
Sebastián, como la de tantos otros santos, nos la contó Santiago de la
Vorágine, en la “Leyenda Dorada”, allá por el siglo XIII.
Sebastián era oriundo de Narbona y estaba avecindado
en Milán. Fue un general del imperio romano durante el mandato de los
emperadores Diocleciano y Maximiano, que lo distinguieron con su amistad y, tal
era la confianza que le tenían, lo pusieron al frente de la primera cohorte que
daba escolta a los emperadores, la llamada guardia pretoriana. Estos
emperadores pasaron a la historia como grandes perseguidores de cristianos. Sebastián
lo era, muy devoto y creyente. Se alistó en la milicia buscando únicamente
confortar a los cristianos, expuestos a desfallecer en su fe en medio de las
persecuciones a los que se veían sometidos. Descubierto al fin, después de
muchas prédicas y milagros, el prefecto lo denunció al emperador Diocleciano,
que le llamó a su presencia.
“-¡De modo que te has
aprovechado del alto puesto que ocupabas en mi corte y de los honores que te he
otorgado, y de la deferencia con que siempre te traté, para trabajar
clandestinamente contra mí y contra los dioses del Imperio!
-Eso no es cierto, -replicó Sebastián. –Es verdad que soy cristiano y que adoro al Dios verdadero, pero siempre he deseado y procurado para ti y para el Imperio lo mejor.
De nada sirvieron los razonamientos del acusado. El emperador mandó que lo sacaran al campo, que lo ataran a un árbol y que un pelotón de soldados dispararan sus arcos contra él y lo mataran a flechazos. Los encargados de cumplir esta orden se ensañaron con el santo, clavando en su cuerpo tal cantidad de dardos que lo dejaron convertido en una especie de erizo, y, creyendo que ya había muerto, se marcharon. Pero Sebastián, pese a la gravedad del tormento a que fue sometido, no llegó a fallecer, después de que los soldados se ausentaron, alguien lo desató del árbol y lo liberó.”
-Eso no es cierto, -replicó Sebastián. –Es verdad que soy cristiano y que adoro al Dios verdadero, pero siempre he deseado y procurado para ti y para el Imperio lo mejor.
De nada sirvieron los razonamientos del acusado. El emperador mandó que lo sacaran al campo, que lo ataran a un árbol y que un pelotón de soldados dispararan sus arcos contra él y lo mataran a flechazos. Los encargados de cumplir esta orden se ensañaron con el santo, clavando en su cuerpo tal cantidad de dardos que lo dejaron convertido en una especie de erizo, y, creyendo que ya había muerto, se marcharon. Pero Sebastián, pese a la gravedad del tormento a que fue sometido, no llegó a fallecer, después de que los soldados se ausentaron, alguien lo desató del árbol y lo liberó.”
Volvió a predicar y a ser apresado por
Diocleciano, que ordenó que lo volvieran a torturar hasta la muerte y, esta vez
sí, murió y fue arrojado a una cloaca, de donde fue sacado por los fieles, con
la intercesión de Santa Lucía, y enterrado junto con los Apóstoles.
San Sebastián en el Valle del Tietar:
El
Pueblo de Poyales del Hoyo, a 5 km de Candeleda, tiene como patrono a este
santo y saca su imagen en procesión, representando su martirio en un Auto
sacramental, considerado años atrás la primera fiesta de la primavera en el
valle del Tiétar, por ser enero el mes del año en el que comienzan a alargarse
los días.
Son famosas también sus luminarias de
romero y enebro.
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